Este 6 de julio, deberían haberse llevando adelante las elecciones internas del PJ en la provincia de Entre Ríos para decidir democráticamente los legisladores nacionales que nos representarán en octubre. Sin embargo, la historia terminó como siempre: con nombres y apellidos que no surgieron ni de la discusión, ni de la militancia, ni de un proyecto colectivo. Sin autocrítica, con la misma mezquindad y verticalismo que, desde el peronismo, se le critican a otros espacios políticos.
Circularon comunicados hablando de proscripción, con críticas que apuntan a quienes conformamos el Consejo Provincial, lo que me obliga a señalar que se cae en generalizaciones que no son ciertas. Pero más allá de eso, hay algo que nadie puede negar: el Consejo no está funcionando. Y es lamentable, sobre todo en un momento donde necesitamos poner la cara, discutir ideas, institucionalizar posiciones, mostrar un camino.
Esto viene pasando desde hace tiempo. Pasó con la reforma política, con otras leyes, con decisiones donde algunos estábamos en desacuerdo o teníamos propuestas alternativas. Las redes del partido se usan sólo para publicar efemérides. Casi ninguno de quienes integramos la mesa tiene posibilidad de opinar ni de acceder al contenido. ¿De verdad creen que no hay cosas importantes para decir?
No es momento, ni lo fue nunca creemos de victimizarnos por pensar distinto. Pero también es cierto que no se abrió la participación, que las listas se armaron entre cuatro paredes con los mismos de siempre, que algunos convalidaron la exclusión y otros jugaron con los mariscales de la derrota. Y entonces, ¿qué hacemos? ¿Más acusaciones, más declaraciones vacías? No va por ahí.
Mientras venía pensando todo esto, veo una foto que me mandó una compañera con un tablón largo improvisado con caballetes y encima, recipientes de helado que muchas veces tiramos, donde había preparado arroz con leche para su barrio. Se levantó a las seis de la mañana, un domingo. Me quedo con eso. Me quedo con una vecina que, pensando cómo sobrellevar la crisis, hace tortas y se esfuerza y sueña con un microemprendimiento. Me quedo con la juventud que se capacita y se está dando cuenta el modelo de Milei nos está dejando en un pozo del que va a ser muy difícil salir.
Ya no alcanza con la marcha solamente. ¿Por qué tenerle miedo a la mística, al compromiso, a estar cerca de la gente, siendo solidarios?. Rejerarquicemos la política Es lo único que nos va a salvar de este plan despiadado que encabezan Milei, Sturzenegger, Caputo y compañía. Un plan que apunta a vaciar el Estado y excluir deliberadamente a millones de argentinos.
No me voy a hacer eco de los que repiten que el Consejo Provincial es el único responsable. Soy vicepresidenta del Partido Justicialista, y siento con impotencia tal vez por ser mujer o sindicalista, que no me escuchan. Aunque coincidan conmigo, no se animan. Algunos están más preocupados en expulsar peronistas que en preguntarse por qué se fueron a otro espacio político, por qué se votaron ciertas leyes, por qué no se suman a la obediencia de vida.
Para quienes creen que la salida es renunciar, les digo: yo no me voy a ir del partido, en todo caso me echarán. Pero tampoco me voy a callar más, hacerlo sería ser cómplice ya no de avalar listas impuestas o nombres, sino de mirar para otro lado mientras se abandona a los sectores que históricamente sostuvieron al peronismo. Tenemos que volver a hablarles francamente, aunque sea duro, aunque duela, y ofrecerles un proyecto de una Entre Ríos con futuro. volviendo a nuestras banderas.
El peronismo ha cambiado con el tiempo. Sería ingenuo pretender hablar hoy como lo hicieron Perón y Evita. Pero más que nunca necesitamos recuperar sus valores, esos que llegan al corazón, al pensamiento y al alma de los que todavía sentimos vivo este movimiento.
Ayer no se perdió una interna. Se abrió la posibilidad de mostrar que hay un peronismo distinto. Que no se rinde. Que está dispuesto a ganar la calle, a caminar los barrios, a no renunciar a los derechos de los trabajadores ni a la justicia social.