Por su carácter “sutil”, los comportamientos micromachistas instalan creencias que legitiman el avance de violencias de género más extremas. Cuáles son los más habituales.
Los gestos, dichos y actitudes machistas socialmente aceptadas y normalizadas suelen ser entendidas como micromachismos. «No llores como niña«, cuando se le dice a un varón en forma despectiva; «que suerte que tu marido ‘ayuda’ en casa«, tras consideras que las tareas de cuidado son responsabilidad de las mujeres; «no llores que te vas a poner fea«, cuando se le dice a una niña reforzando los hilos invisibles de la violencia estética.
El término micromachismo refiere a distintas acciones cotidianas que los varones (heterosexuales) utilizan «en automático» para reforzar el dominio sobre las mujeres y disidencias con el fin de perpetuar desigualdades y exigencias vinculadas a roles de género. Muchas mujeres también naturalizan gestos machistas y los reproducen. .
El ejercicio de ponerlos en evidencia y cuestionar todos aquellos mecanismos que perpetúan privilegios relacionados al rol social que históricamente la sociedad patriarcal atribuye a cada género, es una herramienta fundamental -aunque incómoda principalmente para quienes cuentan con mayores privilegios-, para construir una sociedad más igualitaria y libre de violencia de género.
El nacimiento del término
El psicoterapeuta argentino Luis Bonino fue el primero en utilizar el término para nombrar todas aquellas maniobras y conductas casi imperceptibles que se despliegan en la vida cotidiana por parte de los varones para mantener sus posiciones de poder en las relaciones asimétricas que existen con respecto a las mujeres y disidencias.
Según Bonino, el micromachismo es “una forma solapada de violencia de género que incluye estrategias, gestos, actos de la vida cotidiana que son sutiles, casi imperceptibles, pero que se perpetúan y transmiten de generación en generación”. En este sentido, los considera como “artes” de dominio sutiles, donde no se muestran actitudes descarnadas ni violencia física, y por eso son tan naturalizadas.
Se habla de “micro” justamente por encontrarse en el grado más sutil y naturalizado de la cadena de violencias de género, aunque con consecuencias profundas y complejas: con la suma de cada gesto machista se perjudica la autonomía, el equilibrio mental y psíquico de las mujeres de manera sutil, pero constante.
«¿No estarás exagerando?«, es una frase común con la que las mujeres son tildadas de “locas, emocionales y desequilibradas”, cuando ellas se resisten o cuestionan las desigualdades cotidianas por cuestiones de género. En cualquier caso, los objetivos que se persiguen con los micromachismos son siempre los mismos: garantizar el control sobre la mujer y perpetuar la división sexual del trabajo.
El Iceberg de la violencia de género
Mucho antes de llegar a los extremos de la violencia de género (con la figura de Femicidio), los micromachismos reproducen actitudes sexistas que logran condicionar el tiempo disponible y la autonomía de las mujeres frente a las “supuestas responsabilidades” que la sociedad les adjudica: “las mujeres son mejores para hacer las tareas de la casa” y “mejores para cuidar a niños y enfermos”, entre algunas frases clásicas.
Una herramienta efectiva con la que se viene trabajando al respecto es el Iceberg de la violencia: Con esta figura se explica gráficamente qué pasa con las conductas patriarcales solapadas que no suelen emerger pero que, aun así, siempre están presentes. Los micromachismos se encuentran en la parte más oculta del iceberg, sosteniendo y potenciando para que otras creencias y comportamientos más extremos salgan a la luz.
Un interesante estudio realizado a fines de 2021 por Amnistía Internacional Argentina reveló la existencia de una percepción “mayor” por parte de la sociedad respecto al avance en igualdad de género, aunque los datos refuerzan que, en la práctica, la brecha continúa intacta.
En el estudio sobre masculinidades y percepciones vinculadas a género (realizado sobre 1200 casos) indicó que seis de cada 10 varones creen que la igualdad de género ha sido alcanzada, mientras que en el caso de las mujeres ese número se reduce sólo a 4.
Algunos datos destacados del estudio evidencian las formas en que se perpetúa la desigualdad y la violencia de género en diversos ámbitos de la vida cotidiana:
- El tiempo que las mujeres dedican al trabajo doméstico no remunerado, por ejemplo, en tareas de limpieza del hogar casi triplica al que dedican los hombres. Sin embargo, 6 de cada 10 hombres sostienen que la distribución es equitativa.
- 4 de cada 10 hombres creen que mayores derechos para las mujeres implican menos derechos para ellos.
- 6 de cada 10 personas afirman que hay disparidad salarial entre hombres y mujeres.
- 8 de cada 10 personas afirman haber visto un hombre insultando una mujer.
- 3 de cada 10 personas afirma haber visto un hombre tocando a una mujer sin su consentimiento.
Micromachismos cotidianos.
1- Delegar las tareas de cuidado a las mujeres. “Qué suerte que él te ayuda con la casa”, es una de las frases que todavía se escucha y reproduce a diario en alusión a la presencia de “ayuda” en las tareas domésticas y de cuidado, especialmente cuando hay infancias en la familia. Existen diversos estudios que dan cuenta de la cantidad de horas extra que las mujeres dedican a las tareas de reproducción de la vida. De acuerdo a datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en 2022, las mujeres duplican a los varones en las horas diarias dedicadas al cuidado de miembros del hogar y superan en 1:30 horas a sus pares en el tiempo destinado por día a las tareas domésticas.
2- La opinión sobre el cuerpo de mujeres y disidencias: Cuando se cataloga los cuerpos de las mujeres como objetos de deseo, donde la sociedad reproduce constantemente expectativas estéticas especialmente sobre los cuerpos de ellas. Expectativas vinculadas a las leyes patriarcales que promueven la idea de un tipo de cuerpo ideal, deseable y exitoso, y que se impone como discurso único desde los medios, desde la industria farmacéutica, desde la cirugía estética y desde la práctica alimentaria, entre otros ámbitos donde el mandato continúa reproduciéndose de manera continua.
3- La práctica de socialización de niños y niñas: Cuando establecemos colores asociados a las niñas y los niños (el rosado para ellas y el azul para ellos) o promovemos determinados juegos para un género como, por ejemplo, las niñas como princesas y los varones como campeones o héroes, estamos ejerciendo micromachismos. A su vez, cuando se toleran o justifican formas violentas y abusivas entre los niños donde la violencia física muchas veces está avalada por los propios adultos responsables.
Otro micromachismo que se enseña a diario a las infancias se esconde en la creencia de que “te molesta porque le gustas”, una de las causas por las que muchas mujeres naturalizan la violencia y la terminan aceptando como parte constitutiva en sus relaciones sexoafectivas durante la vida adulta. Sin distinción de género, mejor enseñar limites sanos, donde la indicación sea que hay que aprender a alejarse de aquellas personas o lugares donde los tratan mal.
4- Mansplaining: El neologismo anglófono que une la palabra man (hombre) y explaining (explicar) refiere a la idea de que a las mujeres hay que explicarles todo. Los varones pretenden permanentemente explicar todo de manera condescendiente, muchas veces paternalista, asumiendo que las capacidades de comprensión son diferentes. Expertos en psicología aseguran que, a través de esta práctica, el resultado común es el de invalidar y finalmente silenciar a la mujer, principal víctima-, especialmente en espacios públicos en los que la posición de poder del hombre se puede ver amenazada. En una reunión laboral, por ejemplo, se observa con frecuencia cuando un colega varón, dice exactamente lo mismo que dijo una mujer con otras palabras. Además, son comunes las interrupciones constantes, que hable por encima de ella y que sienta la necesidad de “traducir” al resto lo que ella está exponiendo.
En este sentido, Miguel Lorente, médico forense español y especialista en la detección de la violencia de género, considera que el mansplaining no es algo aislado en el machismo, si no que se trata de una manifestación concreta, en tanto considera que la condición masculina, y por lo tanto la identidad como hombre, tiene un valor añadido respecto a la identidad de mujer.
“El mansplaining es un micromachismo en tanto se da en una dosis pequeña, pero no por eso va ser micro en su objetivo. Por eso yo digo que los micromachismos en realidad son macro: El machismo utiliza la fuerza que necesite para conseguir el objetivo. Y, a su vez, estas conductas se van normalizando, entonces tampoco es necesario hacer grandes ejercicios de violencia o intimidación. Los dispositivos de control terminan siendo muy sutiles”, detalla.