En la Catedral San Antonio de Padua se celebró anoche, miércoles 16 de abril, la Misa Crismal, que reunió en torno a la mesa eucarística a fieles laicos, consagrados y sacerdotes de la diócesis de Concordia.
En la celebración, que presidió el obispo diocesano monseñor Gustavo G. Zurbriggen, se bendijo los santos óleos, se consagró el santo crisma y la comunidad presbiteral renovó sus promesas sacerdotales.
En su homilía, el obispo diocesano explicó que los óleos para los catecúmenos y para los enfermos y el santo crisma, son “utilizados para la administración de sacramentos que están al comienzo y al final de la vida” como el Bautismo y la Unción de los enfermos, y “también en los sacramentos que consagran la vida a Dios para determinadas misiones”; y el santo crisma es utilizado en el Bautismo, en la Confirmación y en el sacramento del Orden Sagrado.
En su reflexión, monseñor Gustavo compartió varios párrafos con su comunidad presbiteral previo a la renovación de las promesas sacerdotales. “En este día tenemos que recordar con un corazón agradecido el regalo del sacerdocio ministerial, y renovar nuestra respuesta a ese llamado con la frescura y la convicción del día de nuestra ordenación presbiteral” manifestó el prelado, asegurando que han “sido llamados con misericordia a ser transparencia de Jesús Buen Pastor en medio de las comunidades”.
“¡Qué hermosa vocación al amor es la vocación sacerdotal!” reflexionó el pastor de la diócesis, porque son “enviados por el Padre, por medio de Jesucristo, con el cual se configura de un modo especial para vivir y actuar con la fuerza del Espíritu Santo al servicio de la Iglesia y por la salvación del mundo” dijo, citando palabras de San Juan Pablo II.
El padre obispo invitó a los sacerdotes a pedir “la gracia de renovar hoy el ardor misterioso que el Señor encendió en nuestros corazones cuando nos llamó para que estuviéramos con él y para enviarnos a predicar y a ser sus testigos”. Les recordó que “La vocación sacerdotal se trata de una relación de amor de amistad con Jesús” y que ese ministerio “consiste en vivir en esa amistad y en llevar a otros a la amistad con él”.
Es una vocación “que tenemos que renovar constantemente para seguirlo y servirlo en la comunidad, con fidelidad y alegría hasta el final de nuestra vida” aseguró monseñor Gustavo, quien concluyó su homilía manifestando el deseo y la invitación de “convertirnos al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en nuestros corazones cuando nos llamó al sacerdocio ministerial porque quiso, que como él seamos sacramentos de la compasión de Dios”.