A 31 años de un crimen que conmovió a un país

La noche del 7 de septiembre de 1990, María Soledad Morales, quien por entonces cursaba 5º de la secundaria, se despidió de sus padres y se dirigió a la discoteca Le Feu Rouge, de San Fernando del Valle de Catamarca, ciudad en la que vivían, en donde se iba a realizar una fiesta con el fin de recaudar fondos para el viaje de egresados. María Soledad iba a ser una de las beneficiadas.

Sus padres le habían dado permiso para quedarse a dormir en la casa de una compañera suya, y volver alrededor de las 16.00 del día siguiente, pero no fue así. Ada Rizzardo y Elías Morales no sabían que ese iba a ser el último día que iban a ver a su hija con vida.

El cuerpo de María Soledad fue encontrado el 10 de septiembre por unos operarios de Vialidad Nacional, su cuerpo estaba muy golpeado y con quemaduras de cigarrillos, y el rostro desfigurado con la mandíbula fracturada; su padre, pudo reconocer a su hija por una pequeña cicatriz que tenía en una muñeca.

Tratar de reconstruir lo que le había pasado a “Sole”, como le decían sus amigos, fue tarea difícil; la escena donde fue hallado el cadáver de María Soledad fue manipulada, su cuerpo fue lavado para encubrir huellas. Se quiso proteger a los asesinos, a quienes más tarde se los conocería como “los hijos del poder”.

La noche del viernes 7 de septiembre, María Soledad iba a encontrarse con un hombre, doce años mayor que ella; Luis Tula, a quien consideraba su novio.

Entre las 03.00 y 03.30, Tula la recogió de la discoteca y la invitó a otra, llamada “Clivus”. Allí la presentó a otros individuos, hijos de policías de alto rango y funcionarios públicos de la provincia, entre ellos Pablo y Diego Jalil, sobrinos del entonces intendente local, José Jalil; y Guillermo Luque, hijo del diputado nacional por Catamarca, Ángel Luque. De acuerdo a testimonios de empleados de la discoteca,  “Sole” salió de allí “obnubilada” acompañada de varios hombres que la subieron a un vehículo. Nunca más sería vista con vida.

María Soledad fue drogada y llevada a “Los Álamos”, un albergue transitorio, dónde había sido violada por dos o cuatro personas. Más tarde se supo que había muerto de un paro cardíaco luego de ingerir una dosis letal de cocaína.

Se tardó más de dos meses en abrir una investigación judicial, y una vez que la justicia intervino, el favoritismo hacía los posibles involucrados fue evidente.

En esas condiciones, Ángel Luque, padre de Guillermo Luque, declaró que si su hijo hubiera sido el asesino, su cadáver no hubiera aparecido. El escándalo lo llevó a la expulsión del Congreso y a que, en 1991 interviniera, el entonces presidente, Carlos Menem.

Solo dos personas fueron condenadas por “violación seguida de muerte agravada por el uso de estupefacientes”. Guillermo Luque fue condenado a 21 años de prisión y, Luis Tula a nueve años.

Las Marchas del Silencio

Las maniobras que buscaban la impunidad de “los hijos del poder” eran evidentes, por lo que la monja Martha Pelloni, rectora del Colegio del Carmen y San José; al cual asistía la joven, organizó las “marchas del silencio”.

Estas movilizaciones lograron el apoyo de varios sectores en todo el país, conmovidos por el caso.

Para muchos, el asesinato de María Soledad Morales es el primer femicidio de Argentina. Pero ocurrió en una época en donde las mujeres no recibían algún trato especial si ocurrían hechos como éstos.

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