Un grupo de expedicionarios inició el descenso submarino para intentar llegar al buque Monte Cervantes, hundido desde 1930. Al barco lo llaman el «Titanic argentino» porque llevaba 1117 pasajeros a bordo cuando naufragó.
El grupo de expedicionarios, liderado por el ingeniero Carlos Pane y su grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, inició el descenso submarino para intentar llegar al buque Monte Cervantes, hundido desde 1930 y considerado el «Titanic argentino».
La expedición partió pasadas las 9, cuando todavía era de noche y la temperatura estaba cerca de los 0º, e incluyó la navegación de 10 millas náuticas (unos 15 kilómetros) hasta inmediaciones del Faro Les Éclaireurs, donde se buscaron las coordenadas exactas del naufragio.
A último momento, los organizadores de la expedición determinaron que solo dos robots submarinos formasen parte de la búsqueda. Fue luego de que una alerta de orcas presentes en la zona llevó a determinar que no interviniesen en la misión buzos profesionales, que iban a acompañar al equipamiento técnico.

El objetivo principal de la expedición submarina es encontrar a unos 30 o 40 metros de profundidad la lámpara de navegación del Monte Cervantes, que podría estar cubierta de algas o haber colapsado con el paso del tiempo.
En caso de no hallarla -dijeron-, van a rastrear otros elementos que dejó el naufragio, que puedan tener interés arqueológico o de preservación del patrimonio cultural de la provincia.
«Tras varios meses de trabajo, tenemos muchas expectativas de poder documentar este naufragio. Sin embargo, las condiciones climáticas en este momento no son las mejores. El catamarán en el que nos encontramos no pudo fondear y debemos mantenernos en movimiento mientras descendían los drones. De todas maneras, esperamos llegar y sostener el objetivo», sostuvo Cane en diálogo con Télam.

Cómo fue el accidente
Antes de su naufragio, la corta vida del Monte Cervantes acumulaba antecedentes no demasiado halagüeños. Mientras terminaban los trabajos antes de lanzarlo al mar, sufrió un incendio. Y el 25 de enero de 1928 chocó contra un témpano en el Artico y pudo ser salvado gracias a la presencia de un rompehielos ruso, que lo asistió.
Se lo promocionó como buque turístico. A las diez de la mañana del 15 de enero de 1930 zarpó, con 1117 pasajeros a bordo, de dársena A del puerto de Buenos Aires. Su recorrido comprendía Puerto Madryn, Punta Arenas, Ushuaia y de ahí el regreso. Su capitán era Teodoro Dreyer, un alemán nacido el 2 de diciembre de 1874, casado y con dos hijas. Era un marino con experiencia en navegar los fiordos nórdicos, pero no en los canales fueguinos. Para ello, contaba con la asistencia del práctico Rodolfo Hepe, que estaba familiarizado con la zona.

El 22, luego de unas quince horas de escala, dejó Ushuaia y en lugar de tomar por la ruta acostumbrada fue por un paso no recomendado. En ese momento, la mayoría de los pasajeros estaban en cubierta, maravillados por el paisaje. Se veía recortado el faro de Les Eclaireurs, que desde 1920 funcionaba en medio de una serie de islotes, en el noreste en el Canal de Beagle.
Se había alejado unas siete millas de Ushuaia cuando a las 12:45 chocó contra una roca sumergida, que no aparecía en las cartas náuticas, y abrió un rumbo de agua en la proa. El barco comenzó a inundarse y algo inclinado, quedó varado con las hélices fuera del agua.
Dreyer ordenó abandonar el barco. Cada uno de los pasajeros, con su chaleco salvavidas colocado, fueron subiendo a los 30 botes. Gracias a la señal de auxilio que había emitido el capitán, los asistió el transporte Vicente Fidel López y la lancha Godoy, que cumplía funciones para el presidio de Ushuaia. La evacuación se realizó en una hora.

La ciudad se vio conmocionada por el hecho. Su población no llegaba al millar de habitantes. Los pasajeros se alojaron en casas particulares, en cuarteles y en instalaciones del presidio. Muchos fueron alimentados con la comida que consumían los penados. Al día siguiente la tripulación del barco se ocupó de llevar el equipaje a tierra.
Luego el Monte Cervantes se inclinó y se hundió parcialmente.