De ídolos, muerte y desamparo…

“Todo concluye al fin / nada puede escapar / todo tiene un final / todo termina / tengo que comprender / no es eterna la vida / el llanto en la risa allí termina // Y olvidé aquello / que una vez pensaba / que nunca acabaría nunca acabaría / pero sin embargo terminó…”
Se cantaba en coro. En aquellas amistosas reuniones juveniles con guitarras nunca faltaba esta canción de Vox Dei. Letra que acercaba, reunía y de alguna manera, cobijaba. Siempre la poesía, cuando es acompañada de agradable música melódica, ingresa con más hondura en las mayorías y se convierte en canto popular, que impone identificación y comunicación colectiva, otorgando con ello, una diferencia respecto a otras canciones.

Tienen el don especial de quedar guardado en los mejores archivos de los recuerdos. Alojamiento esté que congrega diversos motivos, todos unidos por un cautivante y sutil hilo asociativo que los interconecta.

Se sabe que los recuerdos no se almacenan en una sola parte del cerebro, sino en diferentes regiones cerebrales interconectadas. Radica allí el hipocampo, ubicado en el lóbulo temporal del cerebro, lugar donde se asientan los llamados “recuerdos episódicos”, que aluden a momentos autobiográficos de eventos específicos en nuestras vidas. Allí las canciones, los amores, los gratos recuerdos del pasado, todos dispersos pero a la vez, unidos y organizados, están dispuestos a emerger a la conciencia cuando una orden los convoca.
Los registros atractivos, cargados de significación positiva, como los que guardamos de personas que han dejado huellas en cada uno, son los que  también, alojamos para siempre. Allí rondan los buenos vecinos, los docentes que supieron llegar profundo, los momentos plácidos con familias o amigos,etc. y muchos etc. En este interminable y sobrecargado ámbito de recuerdos, siempre queda lugar para algo más y algo nuevo.

El punto en común entre ellos, cuando se trata de recuerdos positivos, es que poseen un hilo sutil que los une y se relaciona con la FELICIDAD. Es este, un sentir amplio e impreciso a la hora de definirlo, ya que por tener tantos rasgos personales, cada cual le otorga propios sentidos. Pero tiene esta felicidad, un común denominador entre las personas: es causante de imborrables alegrías, que junto a las sonrisas, le dan forma. Es un complejo y feliz entramado psicológico – emocional que siempre nos acerca a experiencias vitales y potenciadoras de más y buenas acciones.
Es en este territorio emocional del cerebro, donde se alojan las gratas experiencias vividas con los Ídolos Deportivos elegidos, que no siendo personas cercanas, tienen la capacidad de ingresar a los íntimos espacios de felices recuerdos, ya que produjeron hondas vivencias placenteras, con rango de inolvidables. Es por ello que “nuestros elegidos”, se convierten en
elevados próceres. Pueden ser luchadores sociales, líderes políticos, académicos, personas destacadas en la cultura o en el deporte. Son quienes han llenado, quizás, nuestros propios vacíos e hicieron más feliz esta vida y por tal razón, les otorgamos espesura y hondura a éstas emociones.

¡Por supuesto que le agregamos las propias significaciones! El ídolo deportivo está ubicado en un podio especial que no tiene reemplazo. Sus acciones fueron capaces de lograr una estrecha comunión con cada uno, y además, lo que esto nos hizo sentir. Amalgama indestructible que solo uno sabe cuánto  significa. El ídolo deportivo permitió vivir los triunfos como propios, así como propias, las penas y las derrotas. Hizo en el juego lo que imaginamos, y también, lo que jamás imaginamos. Si su boca fue ancha fuera de la cancha, también nos representó en las convencidas luchas de los que no olvidan sus orígenes. Pero si además hubo respeto por la dignidad, (no solo la suya), sino la de muchos, los silenciados, hace que los recuerdos tengan más brillos.
Hay que tener presente que cuando este talento deportivo unido a la coherencia de pensamientos, fue aturdido por luces, cámaras y fotos, jamás perdió el rumbo. Es cierto que durante años merodeo sobre los márgenes de
la salud, y fue hermosa sorpresa verlo renacer de cada caída.

Pero como dice Vox Dei “…todo tiene un final, todo termina…” Y fue un mediodía del 25 de noviembre, igual que su amigo, el Comandante, cuando se despidió de este plano del mundo. Para quedarse en los innumerables mundos íntimos de tantas personas del universo, a quienes no nos alcanzará la vida para agradecer el caudal de alegrías recibidas de quien entre tantos
sobrenombres, humildemente lo bautizamos D10S. Este imperfecto humano, como todos, seguirá vivo en muchísimos corazones. Alojado para siempre y sin final, contrariando la letra de Vox Dei, por el solo hecho de no sentirnos
desamparados.

Por el Lic. Mario  Sarli  
Psicólogo

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