Entrerrianos y Federales debemos recordar siempre a Francisco Ramírez

Tenía apenas 35 años cuando murió, el 10 de julio de 1821. El hecho ocurrió en Chañar Viejo, cerca de Villa María del Río Seco, provincia de Córdoba. Esa fue la última batalla del Supremo Entrerriano, Francisco Ramírez. Hace de esto 199 años.

No debemos olvidar a este hombre que, en el escaso tiempo que estuvo al frente de la República de Entre Ríos, marcó pautas de inmensa importancia.

No debemos, además, dejarlo de lado por el solo hecho que, en los tiempos que corren, se hable tanto de Artigas, lo que no está mal por supuesto e incluso sería prudente que también se hiciera lo que planteaba el Gran Oriental, pero eso no quita que se deba recordar y distinguir a Don Francisco Ramírez, quien continuó con la lucha federal hasta su muerte.

Ramírez se incorporó en su juventud a la lucha emancipadora contra el poder español, y fue más tarde decidido opositor de la política centralista de Buenos Aires. Partidario de José Artigas, fue uno de sus principales lugartenientes en la guerra contra las fuerzas porteñas.

El 18 de marzo de 1818 asumió el gobierno de Entre Ríos y, dos años más tarde, inició junto con Estanislao López la campaña contra el Directorio de Buenos Aires que concluyó con su disolución y la victoria de las fuerzas federales.

Distanciado posteriormente de Artigas, ante la insistencia (justa por cierto) de éste en declarar la guerra a los portugueses que habían ocupado toda la Banda Oriental, Ramírez entró en lucha con su antiguo jefe y lo derrotó completamente, obligándolo a buscar refugio en el Paraguay.

El 29 de septiembre de 1820 proclamó la constitución de la “República de Entre Ríos”, y se lanzó luego a la guerra contra Estanislao López, quien había hecho causa común con los porteños para impedir el predominio de Ramírez.

La República sería efímera, pero la tarea que en ella realizó Ramírez fue intensa. Sancionó reglamentos en lo militar, lo político, lo económico y la recaudación de impuestos, eliminando los derechos de importación. Efectuó la división del territorio en departamentos, cuyos gobernadores en lo civil y militar serían elegidos por la población de su jurisdicción. Estableció un régimen de administración de justicia, un servicio de correos, ordenó la realización de un censo (hay un trabajo de necesaria lectura, obra de la profesora María Selva Ruth Eguiguren, sobre este tema) y decretó la obligatoriedad de la enseñanza primaria, incluyendo la alfabetización y la aritmética. Asimismo, prohibió la matanza de ganado cimarrón, promoviendo la cría en estancias y la agricultura. Ordenó realizar los primeros comicios en la región.

Ramírez, tal lo explicara Félix Luna, en el corto tiempo que estuvo al frente del gobierno entrerriano sancionó reglamentos para el orden militar, político, económico y tributario. Abolió los derechos a la introducción de efectos del interior del país, prohibió la matanza de vacunos, ordenó el primer censo del territorio, promovió la cría de ganado y la plantación de árboles. Otorgó garantías a los comerciantes extranjeros y adoptó medidas de saneamiento monetario. Dividió el territorio en departamentos con autoridades elegidas por el pueblo, creó la administración judicial y el servicio de correos. Organizó oficinas recaudadoras y fijó el valor del papel sellado. Estructuró las bases de una administración pública que perdurará durante varias décadas. Impuso la enseñanza obligatoria hasta “saber leer, escribir y contar”. Ordenó construir un colegio en Corrientes. Además convocó a elecciones populares entre noviembre y diciembre de 1820 para elegir al Jefe Supremo de la República; comicios que no habrán sido muy diferentes a sus similares de aquella época, pero al menos revelaban un interés que otros caudillos dejaban de lado.

Ramírez pasó a la historia como el “Supremo Entrerriano”. El 24 de noviembre de 1820 fue elegido en Gualeguay “Jefe Supremo” de la República de Entre Ríos, que comprendía el actual territorio de la Mesopotamia (Entre Ríos, Corrientes y Misiones).

Su figura combativa dominó el dramático año de 1820, que culminó con el triunfo del ideal federalista al aceptar Buenos Aires la firma del Tratado del Pilar, después de la victoria obtenida por Ramírez y López en Cepeda.

Ese tratado, que lleva la firma de Ramírez y el santafesino López, y del gobernador porteño Manuel de Sarratea, constituye una de las piedras fundamentales de la organización federal y republicana del país, adoptada definitivamente tres décadas más tarde, al sancionarse la Constitución de 1853.

Finalmente, aún persistía en su propósito enfrentar a los portugueses para recuperar la Banda Oriental y neutralizar la influencia luso-brasileña en la zona de frontera, pero necesitaba más fuerzas militares, especialmente de infantería. Creyó encontrarlos en Paraguay, lo que no resultó posible a pesar de su intento.

Hay mucho para profundizar sobre la vida de este gran entrerriano. De hacerlo, es posible dejar de lado algunas frases que se dan por ciertas sin conocer demasiado y sin ubicarse en la época difícil que le tocara vivir.

Ya planteamos este tema. Lo hicimos en más de una oportunidad, pero es necesario insistir en él. Estamos seguros que quedan cosas para revisar y analizar.

¿Por qué se lo califica de traidor?

Vale hacerse una y otra vez esta pregunta. Creemos importante insistir en ella para volver a analizar hechos. Hay que destacar que jamás dejó de levantar la idea federal, y en esa convicción perdió la vida. Es bueno recordar que no todos los federales lo hicieron.

El 13 de marzo de 1786, en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, nació Francisco Ramírez. Se cumplieron 234 años de aquél suceso. Y remarcamos suceso porque, más allá del hecho inmenso que es un nacimiento, éste lo fue de alguien que se transformaría en una figura de inmensa importancia para los entrerrianos y para el federalismo.

Francisco Ramírez, a quien en vida nunca llamaron “Pancho” según explicara alguna vez a este cronista el profesor César Manuel Varini, era hijo de Juan Gregorio Ramírez, paraguayo, y de doña Tadea Florentina Jordán, sobrina carnal del virrey Vértiz. Su madre, casada en segundas nupcias, fue madre de otro caudillo importantísimo para el federalismo: Ricardo López Jordán (1793-1846).

Tras la Revolución de Mayo los entrerrianos se plegaron rápidamente a ese ideal patriótico. Ramírez se unió inmediatamente a esas ideas libertarias. Con ese mismo fervor apoyó los principios federales del oriental José Gervasio Artigas, quien lo designó en 1816 comandante de Concepción del Uruguay, cargo que ejerció con fuerza a fin de consolidar el ideal político sostenido por la Liga de los Pueblos Libres. Con el tiempo, la figura de Ramírez alcanzó gran relieve y su fama se extendió por Corrientes y Misiones.

El federalismo de Ramírez quedó bien expresado en un oficio que el futuro Supremo Entrerriano y Estanislao López dirigieron a José Rondeau y en el que, entre otros, se señalaba como objetivo “el establecimiento de un gobierno elegido por la voluntad de las provincias que admiten por base el sistema de federación, por el que han suspirado todos los pueblos desde el principio de la revolución”.

Siempre fiel a los ideales artiguistas, Ramírez se unió al gobernador de Santa Fe, Estanislao López, e invadió la provincia de Buenos Aires, y el 1 de febrero de 1820 derrotó al Director Supremo José Rondeau en los campos de Cepeda. Esto fue el fin del gobierno nacional y del Congreso, el mismo que en 1816 había iniciado sus deliberaciones en Tucumán. Así desaparecía el Poder Ejecutivo Nacional. Veintitrés días más tarde se firmaba el Tratado de Pilar.

Lamentablemente el Tratado del Pilar marcó diferencias con Artigas. Al día de hoy se trata de “traidor” a Ramírez. Es interesante profundizar esto.

¿Por qué se lo llama traidor a Ramírez?

Este entrerriano fue el principal aliado de Artigas. Además fue el único continuador de las ideas federalistas del caudillo oriental.

Hay que preguntarse además ¿por qué no se llama traidor a Estanislao López que también firmó el mencionado tratado e incluso pactó con los porteños traicionando a Ramírez y a la causa federal, cuando Rosas dispuso de 30 mil caballos (hay quienes dan un número suprior) para que el santafesino firme el convenio de Benegas?

Asimismo, tampoco se menciona como traidor a Manuel Uribe, quien abandonó a Artigas en 1817 y se puso a las órdenes Directorio porteño.
No se llama traidor a Mansilla, quien no cumplió con su palabra dejando solo a Ramírez, lo que finalmente le costó la vida al caudillo entrerriano.

Tampoco al cordobés Bustos, quien participó del Congreso de Oriente, -primer congreso independentista, que se realizara en 1815 en Arroyo de la China-, pero al año siguiente, cambiando posturas, formó parte del Congreso realizado en Tucumán de 9 de julio de 1916.

Estas son algunas de las preguntas que se deben formular entrerrianos y federales y que, de hecho, se hizo en alguna oportunidad el abogado Oscar Tavani Pérez Colman, autor del libro “Ramírez y Artigas, una nueva interpretación”.

Ramírez quería continuar la obra de Artigas expulsando a los portugueses de la provincia oriental y reintegrar la virtualmente segregada provincia del Paraguay a la comunidad nacional. No lo pudo hacer. Nadie lo ayudaría. El santafesino López, el cordobés Bustos y el gobierno de Buenos Aires estaban unidos y dejaron el federalismo de lado. Ramírez, en tanto, estaba solo.

Queda claro, por tanto, que Ramírez intentó continuar la causa artiguista. Fue el único que lo hizo en ese momento, y eso le costó la vida. Los demás lo traicionaron, lo mataron y uno de ellos, quien se dijera federal tiempo antes, por días mostraría a quienes lo visitaban, la cabeza embalsamada del Supremo Entrerriano. Era su triunfo. ¿No traicionó al federalismo de esta manera?

¿Por qué se califica de traidor a Ramírez si fue el único que continuó con la causa federal mientras estuvo vivo?

A los demás no se los toca. Es una pregunta interesante para hacerse y profundizar. Al menos es una tarea de los entrerrianos buscar una respuesta e insistir en estos hechos.

Hace décadas, en la zona de Tala, algunos paisanos contaron a quien esto escribe una hermosa historia, que no pocos de ellos creían. La misma indicaba que alguna noche aparecerían Don Pancho y Don José, juntos, cubiertos por el mismo poncho celeste y blanco. ¿Será una espera vana?, ¿una imaginativa idea, tal vez?. Es posible, pero qué importante sería poder volver a unir las ideas de estos hombres que tanto hicieron en favor de un federalismo que desde hace años quedó demasiado lejos.

Se los veía juntos

Se los veía juntos defender con sangre
a punta de lanza la idea federal;
y estaban unidos por principios claros;
fuertes en la lucha siempre desigual.

Compartieron tanto en duras jornadas
pensando en las noches cómo continuar;
y un día, quién sabe qué pasó entre ellos…
Uno fue hacia el Norte; el otro… al final.

Dicen que aún quedan criollos esperando
con chuza en la mano volver a encontrar
a los dos caudillos gritando ¡a la carga!
contra el centralismo y por la libertad.

Y afirman que un poncho en celeste y blanco,
como tantas veces a ambos cubrirá;
a Artigas y a Pancho, juntos como hermanos,
levantando en alto la idea federal.

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