Comparto dos semblanzas de la querida M. Emma, de sus ex alumnas y colegas:
«Maria E. Garat
Su modelo de enseñanza supo integrar aquello que se pretende de su docente: personalizar su atención en cada alumno, ya que siempre insistía en que todos puedan comprender que la filosofía es algo de todos los días. Dedicación full-time en su clase, lo que implicaba que su preparación y compromiso se extendía fuera de las paredes del IPC.
Dotada de una sabiduría prodigiosa, proveniente de una preparación de primera mano con los autores que ella misma se encargaba de dar a conocer. Actualizada en todo, con noticias y teorías que pululaban en el universo. Este universo, que muchas veces le quedó pequeño ante tanto conocimiento.
Su generosidad se hizo inmensa, en especial con los alumnos que cursaban Seminario, en el último año de la carrera de Filosofía. En ella su don se vestía de anfitrión, porque si no alcanzaba el tiempo en el aula, en el pasillo o biblioteca del Instituto, ella se hacía un lugar para continuar en el living de su casa. Allí además de una veintena de libros, nos deleitábamos con algún sabor que ella convidaba. Si, así ella donaba su tiempo, hoy tan valioso, su saber y orientación para poder cerrar nuestra preparación.
Compromiso con el ser docente y su eterna preocupación en formarnos críticos, con argumentos sólidos, y con corazón humilde como ella nos enseñó.
Descansa en paz, «su legado por decisión de ella supo mostrarse a generaciones de docentes.» Stella Fernandez
«María Emma Garat»
María Emma es una persona generosa en todos los sentidos. Lo fue como profesora, explicando los temas muchas veces y de diferente forma. Pero sobre todo compartiendo el conocimiento, no guardando nada para ella. Una actitud despojada de egoísmos y vanidades. Y con un gran respeto por sus alumnos, con quienes dialogaba mientras los formaba como docentes. Con capacidad de alegrarse por sus progresos y elogiar sus virtudes. También enseñaba con su fe religiosa que la practicaba con devoción sincera.
En lo material recuerdo que prestaba y regalaba libros a sus alumnos. Cuando le interesaba un libro, compraba dos iguales, porque uno era para leer ella y el otro para donar a la biblioteca del IPC.
Además, su conocida dedicación a los animales, los que amaba tanto como al conocimiento. Ellos eran sus compañeros de caminatas por las calles, perros y palomas. Y en su casa también los gatos.
Muchos tuvimos la suerte de tenerla como docente siempre, porque la considerábamos nuestra profesora, aunque ya tengamos el título. Era “la profesora” a la que recurríamos ante cualquier duda y problema en nuestra tarea docente.
Siempre teníamos y tendremos algo que aprender de ella. ¡¡GRACIAS MARIA EMMA!!» Araceli Ortiz