Querida comunidad diocesana de Concordia, queridos hermanos y amigos:
¡Pascua! Celebramos la Pascua, queridos hermanos. “Que la luz de Cristo
gloriosamente resucitado disipe las tinieblas de la inteligencia y del corazón”,proclama el sacerdote al encender el cirio pascual.
Jesucristo verdaderamente ha resucitado. Su condición celestial irradia la luz de una vida radicalmente nueva, que conserva pero trasciende el estado de la presente condición humana, revelando en su humanidad glorificada la plenitud, la gloria y el poder de la divinidad. ¡Cristo ha resucitado! A Él tributamos el homenaje
de nuestra fe y de nuestra alabanza. ¡Aleluia!
Dejemos que la Luz de este Misterio se difunda sobre nuestra humanidad.
La Resurrección de Cristo no es sólo su victoria sino también el principio de la nuestra, de nuestra salvación, de nuestra resurrección. Lo es desde ahora, como liberación del pecado que conduce a la muerte, a la separación de la única fuente de la verdadera Vida, que es Dios. Lo es como principio y gracia de una continua renovación moral y espiritual en la vida presente, tanto personal como familiar,comunitaria y social. Lo es como prenda de nuestra resurrección futura, en la esperanza de la vida eterna.
Hoy estamos experimentando la debilidad y caducidad de las fuerzas humanas, que decepcionan cada día nuestras frágiles esperanzas. El progreso derivado del desarrollo tecnológico y de la ciencia, que va penetrando los más
profundos secretos de la naturaleza, palidece en una pandemia. La economía y el consumo dejan insatisfechas las aspiraciones y hoy se encuentran en medio de una amenazadora tormenta global. El desconcierto cundió entre los que se mueven por las lógicas del placer y el “pasarla bien”, renegando del sufrimiento, que, sin embargo, sigue amenazante. La confusión de una cultura donde el mal se vuelve bien y el bien es pasado de moda, vislumbra que el hombre no es su propio Dios.
Pero nuestra esperanza no se apaga, ya que, en medio de todas estas tinieblas y tormentas de la humanidad, una nueva, original, inagotable fuente de Vida y Luz es infundida en el mundo por Cristo Resucitado. “A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, Él recibió del Padre
el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen” (He 2,32-33).
El Espíritu Santo, primer don de Cristo Resucitado, obra en nosotros algo nuevo. A quienes acogen al Señor y su Palabra, a quienes están ávidos de verdad,amor, interioridad serena, solidaridad fecunda, el Espíritu Santo les revela el secreto de la Cruz de Jesús: ella es libertad que se dona, fortaleza para vencer el estéril y mortífero egoísmo, triunfo del amor que no muere, luz en las tinieblas del dolor,sacrificio que engendra vida. La Cruz de Jesús es fidelidad plena a Dios Padre.
Seguir a Jesús por el camino de la cruz es participar ya de su Pascua en el nuevo estilo de vivir en el Espíritu. La Cruz de Jesús es una Cruz Pascual. “¡Alégrese la tierra inundada de tanta luz, y brillando con el resplandor del Rey eterno, se vea libre de las tinieblas que cubrían al mundo entero!”, cantamos en el Anuncio pascual.
Deseamos en esta Pascua que Jesús Resucitado sea acogido y seguido. Su Pascua es estímulo para cuantos trabajan por la renovación de la humanidad, para cuantos abren su corazón y sus manos al cuidado de los pobres, los enfermos, los que sufren, los excluidos. Su Pascua es esperanza de los humildes, los pacientes,
los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los que tienen el corazón puro, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos por practicar la justicia, los insultados y perseguidos a causa de Jesús.
Imploro para cada uno de ustedes, cada familia y cada comunidad, la bendición pascual. “Cristo, que por su redención les obtuvo la perfecta libertad, les conceda participar de la herencia eterna”.
Con estos deseos, que son patrimonio de nuestra fe cristiana, envío a todos mis fervorosos augurios de Santa Pascua y bendición del Señor.
Luis Armando Collazuol
Obispo de la diócesis de Concordia